martes, 4 de diciembre de 2007

Quejumbroso 1

Que el mundo de la música no es justo es algo que cualquiera puede sospechar. Y no me refiero al tema del "artista maldito" y todo eso.

En lo que llevamos de siglo XXI la tendencia al mainstream de dudosa calidad se agrava con el control que las discográficas ejercen sobre los músicos, y podría decirse que para estas empresas el talento no es muy compatible con los intereses del mercado, que es más rentable promocionar bandas-a-medida y jóvenes guapos, sin nada interesante que ofrecer más allá de su imagen, que apostar por gente sujeta a su (variable) inspiración o con propuestas creativas (imprevisibles). Quizás el declive de ventas por los canales tradicionales no solo se deba a la piratería; puede que la gente haya acabado por cansarse de trabajos que no aguantan más allá de tres escuchas.

En cualquier caso, y para no enrollarme demasiado, solo una idea sobre la primera línea. Con lo de que "el mundo de la música no es justo" no me refiero solo al perjuicio del anonimato de muchos verdaderos artistas en beneficio de productos prefabricados que no valen nada. Me refiero también al consumidor, que, creyéndose en un libre mercado, no tiene ni siquiera la oportunidad de saber de la existencia de alternativas que pudieran interesarle (y que aguantarían en su colección más de veinte años). Solo hay que encender la radio o la televisión para ver el género. Solo hay que intentar comprar algo interesante en una tienda tradicional para comprobar la dificultad del empeño. Internet, sí, ofrece muchas vías para llegar a conocer y a adquirir buena música, pero para el consumidor medio esto supone dificultades, tiempo y dinero. Y así estamos.

Precisamente en el momento de la historia con más medios para crear y para exponerse a cualquier propuesta cultural, resulta que las reglas del mercado lo impiden de raiz. Y la cosa va a más, porque no hace tantos años ser comercial y tener calidad eran dos conceptos compatibles. Sin ir demasiado lejos, algunos buenos trabajos recientes se vendieron realmente bien incluso en España:

· Architecture and Morality (OMD, 1981)
· Avalon (Roxy Music, 1982)
· This is the Sea (The Waterboys, 1985)
· The Joshua tree (U2, 1987)
· Kiss me kiss me kiss me (The Cure, 1987)
· Raintown (Deacon Blue, 1987)
· Violator (Depeche Mode, 1990)
· Everybody else is doing it so why can´t we? (The Cranberries, 1993)

Bueno, la verdad es que algunos de estos grupos venderían bien cualquier cosa, pero como ejemplos validan la idea del último párrafo. Y el hecho de que el último ejemplo, ya cogido por los pelos, sea de hace 15 años, puede ilustrar la del segundo. O sea, que vamos por mal camino y que no tendría por qué ser así.


Todo este rollo para nada. Yo que solo quería hablar de dos casos sangrantes. Próximamente, en grandes misterios sin resolver: Goodbye Mr. Mackenzie / The Sound.

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